Estamos en riesgo, ¿Cómo lo enfrentamos?
Por Ana María Fernández Equiza (1)
Un virus súper contagioso, para el cual no tenemos remedios, ni vacunas, se expande por el mundo. La vida de millones está en peligro. Un orden económico, político, cultural, civilizatorio hegemónico se resquebraja como un edificio lleno de fallas estructurales. ¿Qué nos importa: ese edificio o la vida? ¿Se puede restaurar ese o debemos construir otro y diferente?
La envergadura de la crisis ha merecido que algunos voceros, de la clase y de los países que se han beneficiado por este orden injusto e insustentable, admitan que estamos ante una crisis igual o peor que la de 1929-1930. Tiran de apuro los manuales que impusieron al mundo, en busca de otros para que no cambie el único orden que les importa que es el de la dominación, de unes sobre otres y sobre la naturaleza.
Argentina tiene donde abrevar para pensar en momentos donde queda clara la vulnerabilidad de los modelos económicos que admiten un motor externo para organizar de forma dependiente la propia vida social, política y económica. En los años 30, las elites económicas que gobernaban el país crearon instituciones estatales para preservar sus intereses hasta que el orden se restaurara. No les tembló la mano para hacer intervenir al estado en su provecho, al mismo tiempo que pregonaban y esperaban la vuelta de la “normalidad” del mercado libre en la economía internacional. Si como afirmó Santos “el orden global busca imponer en todos los lugares una misma racionalidad y los lugares responden con los diversos modos de sus propias racionalidades” (2), las crisis ponen en discusión esas racionalidades y abren oportunidades. Una década después de la crisis del 30 en Argentina se gestaba una fuerza capaz de articular un proyecto que proponía enfrentar la crisis construyendo otro orden, con justicia social, independencia económica y soberanía política. Organización desde adentro, con todas las limitaciones internas, externas y las nunca pequeñas de ”arar el porvenir con viejos bueyes”.
Ante la crisis actual la situación interna es diferente, quienes defienden el orden en decadencia controlan una parte importante de la producción y sobre todo de la circulación de bienes, parte de la justicia y de los medios de comunicación concentrados, pero gobierna una coalición de sectores que creen en las capacidades nacionales de enfrentar la crisis desarrollando un proyecto que nos incluyan a todes.
Repensar esta etapa, desde la experiencia actual y con una visión sistémica compleja (3) puede aportar a orientar las transformaciones necesarias para la vida. Sí, para la vida, porque algo específico de la crisis en curso, es que pone en evidencia no sólo la fragilidad de la economía actual sino de la vida. Una fragilidad paradojal en un contexto cultural donde parece que la potencia de la técnica es infinita y absoluta, y puede resolver todos nuestros problemas. ¿Sólo es cuestión de un poco más de tiempo? El optimismo técnico dentro del paradigma científico de la modernidad quizá sea infundado.
Esto no quiere decir que la ciencia que hoy no podemos generar vacunas o remedios para el coronavirus. Seguramente los descubrirá. Pero las preguntas ¿por qué apareció este virus? y ¿qué podríamos hacer para evitar la recurrente y veloz aparición de nuevos virus? nos están desafiando a ampliar la mirada y pensar de otra manera. No se trata de recortar un objeto de estudio, estudiarlo, y diseñar formas de intervención sobre fragmentos, es decir, responder a un objetivo puntual de control de la naturaleza, sino de abordar objetos de estudio en su relación con el todo, proponiéndonos como objetivo el equilibrio con la naturaleza de la que somos parte.
Tal vez la idea de progreso aceptada acríticamente sea una estatua a punto de ser tirada. Y la construcción de otras racionalidades pueda sortear las trampas que nos colocan ante alternativas infernales (4) , pero falaces, como elegir entre salud y economía.
El cuidado de la vida
¿Qué somos los seres vivos? Somos seres capaces de mantenernos vivos, de autopoiesis (5), de producirnos a nosotros mismos, es decir, de mantener nuestra autoorganización, aún en un medio que cambia. Un ser vivo es el que logra coevolucionar, cambiar en un todo que lo incluye y está cambiando, en parte por sus propias acciones. Auto-organización no es rigidez sino capacidad de administrar los propios cambios y los que se promueven en el todo, lo cual supone y es posible por la condición humana de hablar, de emocionarnos, de reflexionar y de accionar. La coevolución es indisociablemente social y natural. Y coevolucionamos con el mundo transformándolo de tal modo que nuestra propia vida se enfrenta con los resultados de esas transformaciones. ¿Qué pasaría si generamos cambios a los que no podemos adaptarnos?
¿Vale el nosotros? Es crucial esta pregunta. Los cambios producidos vertiginosamente en los últimos siglos (apenas un minuto de la vida como planeta o un instante de la vida de la humanidad), no han sido generados por todes les humanes del mismo modo, sino mediados por formas de concebir el mundo y por relaciones sociales de producción. Cómo vivimos, cómo somos felices, qué valoramos, cómo producimos, cómo accedemos a los que necesitamos, no es algo dado por la física, aunque esta sea parte de las condiciones de existencia. Es política, es cultura, es un ser en comunidad. Recibimos, transformamos y legamos herramientas, formas de pensar y actuar, un mundo transformado por generaciones anteriores, sentidos comunes, pero somos actores en esa trayectoria y el futuro no está escrito en el pasado (6). No podemos cambiar todo de uno en uno, pero podemos actuar organizadamente para cambiar nuestra forma de estar en el mundo, en defensa de la vida.
Las estrategias colectivas y las actitudes de cada une para enfrentar los riesgos que nos depara la pandemia son cruciales para sostener nuestra vida, en el presente y hacia el futuro. No sólo precisamos imperiosamente, remedios, vacunas, un sistema de salud apropiado y accesible, sino priorizar la vida a seguir sosteniendo un orden que nada tiene de natural y se alimenta de la desigualdad entre seres humanos y de la destrucción de la naturaleza. Deconstruir la voluntad de poder (7) y ejercer la voluntad de vivir.
Trabajar para la coevolución
La cuarentena administrada es una forma de auto-organización como país que mitiga la expansión del virus y viene evitando miles de muertes. Es una buena respuesta como sociedad. Todos los reacomodamientos que implican la cuarentena también requieren estrategias colectivas, cambiar un orden por otro superador. Han emergido detrás de los velos rotos de la normalidad (y la indiferencia) los datos de la realidad: una inmensa cantidad de argentinos sobrevive en la informalidad, las condiciones deficitarias del hábitat, tanto de viviendas como de barrios, la concentración y monopolización del comercio y la distribución, las pésimas formas de compra del estado, y sobre todo la codicia de la elite económica y financiera, capitalistas sin riesgo en la costa del estado, de la sociedad y de los recursos del país. Desarmar todo esto que ahora se denosta como si fuera nuevo es la tarea. Que no se distraigan energías polemizando con los que se sienten cómodos en el conformismo pero son los dueños del reloj cuando algo de lo que está mal se quiere cambiar.
Dejar que todo pase y esperar no nos devolverá al día anterior a la pandemia. Las adalidades de la aceptación de las incertidumbres del mercado sólo saben especular y acumular en el medio de una crisis. Y esta vez todes corremos el riesgo de que el mundo sea menos vivible.
Hemos de ser nosotres, la ciudadanía, los que amamos la vida, quienes apoyemos, generemos y sostengamos estrategias colectivas, con esfuerzo propio y ayuda mutua, para contribuir a un nuevo orden, más justo y amoroso. Para responder a la pandemia y para repensar y cambiar el sistema que la produjo.
(1) Dra. en Ciencias Humanas. Docente investigadora. CIG-FCH-UNCPBA e IGEHCS- UNCPBA / CONICET- Tandil
(2) Santos Milton Milton (1997) “La Naturaleza del espacio. Técnica y tiempo. Razón y emoción ”. Ariel. Barcelona, p. 289
(3) García Rolando (2006) “Sistemas Complejos. Conceptos, método y fundamentación epistemológica de la investigación interdisciplinaria ”Ed. Gedisa. Barcelona.
(4) Stengers Isabelle y Pignarre (2017) ”La brujería capitalista” Hekht Libros. Ciudad Autónoma de Buenos Aires
(5) Maturana Humberto y Francisco Varela (2009) “El árbol del conocimiento. Las bases biológicas del entendimiento humano ”. Ed. Universitaria, Santiago de Chile.
(6) Prigogine Ilya (1997) “El fin de las certidumbres” Ed. Andrés Bello. Santiago de chile.
(7) Leff Enrique (2014) “La Apuesta por la Vida. Imaginación sociológica e imaginarios sociales en los territorios ambientales del sur ”Siglo XXI.México.